Hace un par de días vi el último video de Contrapoints en su Patreon, “Daddy politics”. El ensayo explora el atractivo indudable, en especial en tiempos de crisis, de los hombres estrictos, duros y fuertes en la política, esos que, como dijo Tucker Carlson, llegan a casa y te nalguean porque fuiste una “nena mala”. Previsiblemente, Natalie retoma a George Lakoff, el lingüista que sostiene la relevancia cognitiva de las metáforas en nuestra vida. La figura del gobernante como un padre es una de ellas, entre tantas otras, y en su libro Moral Politics: How Liberals and Conservatives Think de 1996 hipotetiza diferencias entre demócratas y republicanos a partir del modo en que se entiende esa metáfora. Ambas posiciones políticas dependen de sistemas metafóricos subyacentes relacionados con la moralidad familiar, pero los primeros, asegura, se sustentan sobre el esquema moral del padre protector, mientras los segundos sobre el esquema del padre estricto. En esta última, lo fundamental es la jerarquía y el rol dominante que castiga porque el ser humano tiene una tendencia innata a la maldad y la desviación: fuerza y camino son las metáforas subsidiarias que organizan su proceder. Según este entramado, el bienestar social está mal visto porque consiente y malcría; en contrapartida, en la moral del padre comprensivo el valor es la felicidad y no la obediencia. Contrapoints ilustra muy bien estos esquemas con Trump como el ultimate “Daddy severo” que, de todos modos, se desvía del modelo por su obscenidad.
A medida que avanzaba el video y a la vez que acordaba con muchos puntos, emergían las grietas de mi disenso político y cultural con la videoensayista norteamericana. Sucede que acá todo es más complejo porque, sí, tenemos peronismo. Perón fue, efectivamente, un padre estricto en muchos aspectos, pero creo que el subrayado de esos elementos (jerarquía, obediencia ciega, autoritarismo) se deben más al relato gorila que a la complejidad de su figura. En principio porque, como buen padre comprensivo, fueron fundamentales en su discurso tanto el bienestar social como la “felicidad”. Efectivamente, el peronismo se presta de manera muy fácil para un análisis a la Lakoff dado que, lejos de ser subyacente, la metáfora formaba parte de la propaganda manifiesta del peronismo, gobierno que buscaba construir esas asociaciones morales y afectivas a cielo abierto. Pero además de la mezcla y confusión de ambos esquemas, Perón se presentaba a menudo como un amigo, como un compatriota que sonreía y era uno más; o sea, rompía las lógicas jerárquicas a través de otra hermosa metáfora que se quiso sinónimo de la argentinidad: la amistad.
Sin embargo, es indudable que últimamente en ciertos espacios digitales y subculturas renació un Perón Papi severo, el más poronga en este conventillo de mierda, un Perón castrado de sus rasgos protectores, amistosos, compasivos y empáticos; de sus rasgos, en suma, “femeninos”. Internet profundizó el esquema de jerarquías de dominados y dominantes, basados y boludos, cogidos y culeantes: una infinita línea de montaje de colas juguetonas y vergas bien paradas. En ese sistema moral, los progres llorones y las mariconadas eran (y son) objeto de burla y escarnio; en contrapartida, prolifera la necesidad de líderes y voceros que cumplan el rol de padres o micro profetas marcando el camino recto con fuerza. Una o varias figuras de internet, un hombre duro que no baila estilo vir del senado romano o un patriarca senior que promete un peronismo con valores conservadores pueden cumplir la función de ser el faro para nuestros edgys y jóvenes un poco misóginos, sí, pero demasiado justicialistas como para subirse a las fuerzas del cielo. Subyace la promesa, aunque más no sea con símbolos o guiños, de volver a un sistema de roles rígidos y creencias inamovibles, donde lo blanco era blanco y lo negro era negro, paraíso que calma las urgentes ansiedades del tembladeral cultural y económico que nos atraviesa. Se ofrece, también, un espacio seguro lejos de las mujeres y en especial de las feministas, esas vaginas dentatas que amenazan con sus salvajes cancelaciones, quejas, risas o -en el mejor de los casos- con la inevitable cornudización que traen cada vez que aparecen en escena. Ahora bien, mientras en el peronismo todo esto es pasatiempo de streams y X, con pocos votos y mucha ironía que atemperan todo e incluso lo hacen cómico, Milei y sus allegados hicieron algo más profundo y extraño con la metáfora del padre severo.
Milei es el final de “The Substance” de la metáfora Lakoff. Si el padre severo suponía una violencia y una fuerza, en Milei es hipérbole de terror con la motosierra. Si en el padre severo subyacía la jerarquía sexual por la superioridad del macho, en Milei se expone con violaciones y mandriles a mansalva. Así, manifiesta una primera verdad exagerada: hay un nexo entre masculinidad y violencia sexual que en Argentina es constitutivo de la Historia, en especial del siglo XIX. La dominación política se vincula con las violaciones (David Viñas dice que la literatura argentina comienza con una, la de “El Matadero” de Echeverría) y Milei continúa esa Refalosa. Saca este vocabulario vejatorio de su lugar permitido, el folklore del fútbol, para llevarlo a la política de las altas esferas (influjo mediante: la cultura de las finanzas en donde florecen los cogedores y los cogidos). En este sentido, Milei me hace acordar al Perón que narró Osvaldo Lamborghini en “El Fiord”, un monstruo desbocado y violador, pero un Fiord versión John Waters de Warnes. Porque aún en su violencia verbal y actitudinal, el presidente no puede evitar su dimensión circense. Y esto es porque mucho en La Libertad Avanza es simbólico, twittero, puro ruido.
El Papi severo de Milei depende fuertemente de la batalla cultural y de la proliferación de signos, y he aquí la otra verdad que, en su deformidad, nos muestra el gobierno: el carácter performativo del poder en su vínculo con el género. Siempre me pareció risible el hecho de que uno de los grandes enemigos de nuestra ultraderecha sea la “ideología de género” y gente como Judith Butler, cuando ellos ponen en juego todo el tiempo ese modo de dar con lo masculino. Papadas maquilladas, planos de cámara, novias ex vedettes que surgen y caen, imágenes de IA símil emperador o mesías, mármoles romanos, citas de Fight Club, pinturas con rostro y cuerpo más Chad de lo que vemos en la realidad: el Corán de la virilidad de Milei está lleno de camellos, porque la fragilidad constitutiva del poder del Papi severo necesita reafirmarse todo el tiempo y por varios medios. Toda batalla cultural (y esto excede a Milei) es profusa en el siglo XXI porque el rey está inevitablemente desnudo, y de ahí se desprende la obscenidad (en palabras de Zizek) de los líderes de ultraderecha.
El resto de los hombres de la política pendula entre esquemas morales y en el mejor de los casos proponen (aunque no lo deseen) otras imágenes de papi. Pero la antítesis más notoria es Cristina. No sólo por lo obvio (es mujer) sino porque es una mujer que también ha ejercido una fuerza propia de la severidad pero al servicio de búsquedas protectoras del pueblo. Es ese modo de ejercer las modalidades de la rigidez y la compasión que la distancia de la otra mujer del panorama político argentino, la mami demasiado severa, Patricia Bullrich. Y es en esa ambivalencia, casi andrógina, que Cristina continúa el legado del primer peronismo y sus metáforas.
PD: Ayer vi esta hermosa entrevista a Manuel Puig en la que declara su desagrado y desafección por la lógica en su pueblo natal de dominantes y dominados, fuertes y débiles. En otro extremo, canta Larralde en “Sobre el rocío”: “no quiero ser reventado y estoy cansado de reventar”.
Para comentar a lo dicho al final del texto, en el primer peronismo, Perón es además el marido de Evita, impulsora de escuelas de enfermería, madrina de todos los niños pobres, gran crítica de los explotadores, la que el movimiento obrero quería como candidata a vicepresidenta, el Perón que va a elegir a John William Cooke como delegado tras su derrocamiento. El último Perón, el reivindicado por la manósfera twittera, es el presidente del ministro López Rega, el que volvió de estar años en la España de Franco y el marido de María Estela Martínez.
Ahora claramente esto del primer Perón y el último Perón son construcciones, pero como tales no estan escindidas de hechos concretos que las sustentan. Como la primer Daenerys Madre de Dragones y la última Daenerys Madre de Dragones (?)
Excelente inca